Estado de La Laguna

LOCALEANDO, 24 de abril, 2006
Jaime Villasana Dávila

Tema polémico sin duda alguna, más entre saltillenses, el deseo de algunos habitantes de La Laguna por crear su estado debe analizarse más allá de apasionamientos políticos, regionales o emocionales. Las recientes declaraciones de Gerardo Ceniceros (integrante Comité Promotor por la Creación de un Estado Independiente en la Región de la Comarca Lagunera), en el sentido de iniciar después del próximo 2 de julio una campaña para unir a cinco municipios de la Laguna de Coahuila con otros cinco de Durango, merecen atención y no el desprecio.

Coahuila y su territorio han sufrido de varios cambios a lo largo de su historia. Lo que hoy es la región de La Laguna, Parras y Saltillo, perteneció a la provincia de Nueva Vizcaya (hoy Durango) hasta 1787, año en que fue anexada a Coahuila. Según el excelente libro Breve Historia de Coahuila (FCE 2000), esta modificación territorial vino a cristalizar un antiguo sueño que albergaron los gobernadores coahuilenses desde su fundación, en 1675.

Posteriormente vino la independencia y para su supervivencia como Estado tuvo que unirse con Texas, de lo contrario hubiera sido “rebajado” a provincia (bajo control del centro) dado su escaso peso poblacional y económico. Después vino la independencia de Texas (1836) y luego la anexión de Coahuila a Nuevo León (1860), misma que el Presidente Juárez suprimió a los cinco años.  

Pasó el tiempo, sin olvidar las fuertes disputas entre Monclova y Saltillo por obtener el nombramiento de “capital, y Torreón fue fundado en 1908. Su actividad económica creció enormemente pero no solo ello, también fue edificándose a la par una identidad propia muy profunda alimentada por hechos históricos ahí ocurridos, destacando la Revolución y el reparto agrario. A Torreón le tomó menos de cien años construir lo que ha Saltillo siglos.

En cuanto antecedentes jurídicos para conformar el Estado de La Laguna, se tiene la iniciativa presentada el 23 de noviembre de 1990 por el entonces diputado federal Teodoro Altamirano Robles, del grupo parlamentario del PARM (partido satélite del PRI), la cual busca reformar la Constitución federal para erigir un Estado en esa parte del país. En ese año el PAN estaba lejos de convertirse en fuerza política y era el PRI quién dominaba, por mucho, el escenario político. El PAN ganó por primera vez la alcaldía hasta 1996, con el ahora senador Jorge Zermeño.

En este sentido, las declaraciones recientes de políticos que indican que el Sr. Ceniceros pretende descarrilar al actual gobernador y que incluso hay “mano negra” de la federación y algunos panistas, me parece que tienen poco fundamento. Sus precursores (uno de ellos del extinto partido PARM) actúan por estrategia en un momento que el Gobernador Moreira tiene claras diferencias con el Gobierno federal. Cualquiera haría lo mismo; actuar en momentos de coyuntura, en tiempos electorales o cuando un nuevo gobierno inicia.

Movimientos como el de los laguneros deben ser escuchados en su primera etapa de desarrollo, antes de que gane más adeptos, de lo contrario dicho movimiento se alimentará de los desprecios y cerrazones por parte de quienes tienen el poder de analizar y decidir sobre el tema. El mejor ejemplo lo es Québec, provincia canadienses que durante siglo 19 y primera mitad del 20 buscó, por los medios legales y políticos de la época, una mayor equidad con las otras provincias anglófonas canadienses. El gobierno de Ottawa desatendió muchas de sus solicitudes y en la década de los 60s surge la llamada Revolución Silenciosa, que pretendía reivindicar los derechos de los quebequenses, misma que conllevó al referéndum separatista de 1980. Aunque no alcanzaron su meta si lograron que Ottawa emprendiera reformas profundas al sistema federal canadiense.

Pero para entonces ya era tarde. El sentimiento de identidad histórico se afianzó y en 1995 casi logran su soberanía, perdiendo por tan solo un punto porcentual (49 versus 50 de los pro-Canadá). En la actualidad el Partido Quebequense sigue impulsando el movimiento de soberanía y busca realizar otro referéndum en 2007 o 2008. El mensaje del caso Québec: si este tipo de fenómenos o movimientos no son atendidos oportunamente, entonces siempre buscaran el mejor momento para intentarlo de nuevo. Raramente claudican y renuncian a sus ideales.

La Laguna coahuilense tiene un gran peso económico, social y político dentro del Estado. Sus cinco municipios (Torreón, Matamoros, Francisco I. Madero, San Pedro y Viesca) producen aproximadamente una tercera parte de los 16 mil millones de dólares del PIB coahuilense. Su PIB es más grande que el de Nicaragua (US 4,577 millones) y similar al de Paraguay (6,718). Su fuerza política es importante en cuanto al número de diputados locales en el Congreso local y federal. 

Afortunadamente para los “unionistas”, los laguneros basan su argumento principal de secesión en un factor económico-fiscal; poca retribución que reciben a cambio de su aportación al PIB coahuilense. Tal cual Coahuila le reclama a la federación, tal cual La Laguna le reclama a Coahuila. Pero sería mucho peor si las diferencias fueran de idioma (como en España), raza (los Balcanes) e incluso religión (Irlanda e Irlanda del Norte), porque ellas son prácticamente insalvables. No obstante, un mal manejo de este argumento perfectamente atendible, puede generar problemas mayores. Y el ejemplo lo son los mismos Estados Unidos de América, país que se fue a la guerra de independencia, casi sin querer pero obligados, entre otros factores, por los altos impuestos de la corona británica para con los productos norteamericanos.

Examinar el caso de La Laguna requiere de seriedad, números y argumentos, porque un tema como este fácilmente se pierde entre las emociones y pasiones, lo que conlleva a que se acentúen las diferencias en lugar de construir acuerdos. Soy coahuilense nacido en Saltillo y de ninguna manera me gustaría ver dividido al estado, pero también hay que comprender el sentir de los laguneros. Hay que revisar y atender esos deseos legítimos (la Constitución permite la creación de nuevos estados), antes de hacer declaraciones que en nada aportan a la unidad del estado.


Glosa: Casos como el de los bonos de los diputados locales contribuyen a disminuir los sentimientos de identidad. Nadie quiere pertenecer a un Estado o país donde se dan hechos vergonzantes.

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